Sus ojillos
Rasgados de azabache sus ojillos,
el niño yerto impregna triste brisa,
sentadico en sus miedos ya solillos,
dos lágrimas encubren su sonrisa.
Su terso rostro y trémulos dedillos
con mudo guiño aferran la camisa
de un cuerpo recubierto de besillos
en soledad crispada, ya imprecisa.
¡Mamá! Bajo musita en progresión.
Hipa y llora; señala y gesticula;
la contempla y la atrapa con pasión.
¡Ven, hijo! Leve abrazo lo estimula.
No se mueve, no atiende a la presión;
a la madre se apega y se vincula.